TENTATIVA DE MANIFIESTO: HACIA UN DESCENTRAMIENTO DE LA WEB
¡Haced rizoma y no raíz, no plantéis nunca! ¡No sembréis, horadad! ¡No seáis ni uno ni múltiple, sed multiplicidades! […] ¡No suscitéis un General en vosotros!
Gilles Deleuze y Félix Guattari.*1
La pregunta por la ubicación de lo digital (“¿dónde está el Internet?”) suscita inmediatamente una serie de respuestas similares entre sí. En el aire, en el cielo, volando; en fin, por ahí. Lo digital flotante: deslocalizado e inmaterial. Esta noción etérea es común entre el público general, un público no especializado que ve reforzada su idea por nombres igualmente flotantes como el de “la nube”. Esta idea, si bien generalizada, es por otro lado peligrosa. Pensar en un universo digital flotante y elevado implica una borradura de lo humano. Y, en tanto humano, una borradura del poder. Implica pensar que lo digital está ahí, ignorando que, en efecto, ha sido puesto ahí por personas con intereses particulares. De esta forma, la noción deslocalizada y etérea de lo digital trae consigo una falsa idea de objetividad que contribuye a ocultar tras de sí las inevitables relaciones de poder que implica cualquier ámbito de lo humano. Lo digital no es inmaterial: ha sido desmaterializado por el poder. Es necesario entonces re-localizar, re-materializar y re-humanizar nuestra idea de lo digital para avanzar hacia su descentramiento.
Tal descentramiento resulta especialmente necesario en el caso de la Web, cuya naturaleza material no lo es solo porque dependa de una infraestructura como el Internet, sino también, y, sobre todo, por sus efectos reales sobre el mundo material. Y, sin embargo, a pesar de sus innegables efectos sobre lo real, la sensación generalizada sigue siendo la de una Web etérea, casi eterna. La existencia de la Web ha sido naturalizada a tal punto que casi nos parece que siempre ha estado ahí. En ese sentido, resulta acertado adelantar una comparación entre la idea de Web y la idea de nación como la plantea Benedict Anderson*2. Para este autor, la idea de nación encierra tres paradojas, una de las cuales resulta especialmente pertinente para nuestro caso: “La modernidad objetiva de las naciones a la vista del historiador frente a su antigüedad subjetiva a la vista de los nacionalistas” (Anderson, 1993, p.22). Para entender la relación basta con sustituir un par de palabras de la cita anterior. Así, nuestra paradoja consiste en “la modernidad objetiva de la Web a la vista del historiador frente a su antigüedad subjetiva a la vista de los usuarios”. En efecto, a pesar de que objetivamente seamos conscientes de que la historia de la Web es bastante reciente, existe sin embargo la sensación subjetiva (especialmente entre los usuarios más jóvenes) de que estamos ante algo antiquísimo, algo que existe desde que el mundo es mundo: la Web ha sido naturalizada. Como ocurre con la nación, la Web nos parece eterna, natural, inmutable, y, por tanto, incuestionable.
Continuando con la metáfora nacional de la Web, retomemos ahora las palabras de Anderson y su definición de nación como “una comunidad política imaginada como inherentemente limitada y soberana” (1993, p. 23). Hay varios rasgos a destacar de esta definición en su relación con la Web. En primer lugar, esta es una comunidad imaginada. En tanto comunidad virtual, los usuarios nunca llegarán a conocer ni a la mitad de sus innumerables “compatriotas”, sobre todo teniendo en cuenta las posibilidades de anonimato que ofrece la Web. Efectivamente, esta es una comunidad que solo puede ser imaginada. La dimensión política de la definición de Anderson, por otro lado, pone en evidencia las intrincadas relaciones de poder que, en el caso de la Web, se materializan en la hegemonía del lenguaje de los códigos, la desigualdad de acceso, el gobierno de la infraestructura digital, entre otros (Fiormonte et al., 2015, p. 67)*3. Finalmente, la cualidad de soberano se manifiesta en la pretensión ya comentada de objetividad: la falsa idea de que la Web es neutral y, por tanto, el usuario soberano está en completo poder de sus decisiones dentro de ella. Para terminar, me gustaría detenerme en el rasgo de lo limitado.
Si aceptamos la idea de que, en el imaginario general, la idea de la Web funciona de forma similar a la de la nación, es necesario entender que toda comunidad nacional implica una delimitación, pues “ninguna nación se imagina con las dimensiones de la humanidad” (Anderson, 1993, p.25). De esta manera, creo que no está de más recordar las palabras de Stuart Hall*4 al decir que “las identidades pueden funcionar como puntos de identificación y adhesión sólo debido a su capacidad de excluir, de omitir, de dejar «afuera»” (1996, pp.18-19). En ese sentido, la identidad Web, de forma similar a la identidad nacional, carga necesariamente con una exclusión de lo otro que la hace posible: la nación-Web está impregnada de una violencia fundacional. Pero ese otro constitutivo de la Web no es únicamente el que no tiene acceso a ella, sino también todo el que, aun adentro, no participa de sus lógicas internas, ya sea porque no quiere o porque no le es permitido. La nación como cerramiento, como exclusión: es necesario des-nacionalizar la Web.
Pero si es cierto que la Web necesita de un otro para existir, entonces no sería del todo arriesgado decir que ese otro que es condición de su existencia puede operar a su vez como su agente desestabilizador. Es posible, desde nuestra exclusión (por ejemplo, en tanto sujetos latinoamericanos), desestabilizar las lógicas jerárquicas, violentas y excluyentes de la Web. Y creo que un primer paso es pensarnos esta violencia; algún día, sin embargo, habrá que ir más allá y plantearnos nuevas formas de pensar y habitar ese espacio que es la Web.
Deleuze y Guattari (2002)*5 ofrecen una alternativa: el rizoma. El término es tomado de la botánica y refiere a un tipo de tallo horizontal carente de una raíz pivotante o central: bulbos, tubérculos, pasto. Extraído por los autores de su contexto originario, el rizoma pasa a convertirse en manera de pensar. Recurriendo a su origen botánico, el pensamiento rizomático implica multiplicidades, agenciamientos, descentramientos: no-centro. Potencias todas, a mi parecer, ya presentes en la Web (¿qué más rizomático que la red?): solo hace falta activarlas. Para Deleuze y Guattari, “el rizoma es un sistema acentrado, no jerárquico y no significante, sin General, sin memoria organizadora o autómata central, definido únicamente por una circulación de estados” (2002, p.26). Que nuestra Web ya no tenga General: diríamos, un anarquismo digital. Re-localizar, re-materializar, re-humanizar, des-nacionalizar: descentrar. Si el Internet fue gestado en un contexto bélico, usemos esa beligerancia fundante de la Web a nuestro favor para desmontar la estructura. Hacer rizoma de la Web. Hacer todos. Hacer multiplicidad. Que la Web sea, finalmente, lo que Tim Berners-Lee quiso de ella: un espacio descentralizado, libre, global y compartido. Y que lo sea de verdad.
*1. En Mil mesetas. Capitalismo y esquizofrenia. (2002, pp. 28-29).
*2. En Comunidades imaginadas. Reflexiones sobre el origen y la difusión del nacionalismo (1993).
*3. En The Digital Humanist: A Critical Inquiry.
*4. En el capítulo “Introducción: ¿quién necesita «identidad»?” de Cuestiones de identidad cultural.
*5. En Mil mesetas. Capitalismo y esquizofrenia. (2002, pp. 28-29).
*1. En Mil mesetas. Capitalismo y esquizofrenia. (2002, pp. 28-29).
*2. En Comunidades imaginadas. Reflexiones sobre el origen y la difusión del nacionalismo (1993).
*3. En The Digital Humanist: A Critical Inquiry.
*4. En el capítulo “Introducción: ¿quién necesita «identidad»?” de Cuestiones de identidad cultural.
*5. En Mil mesetas. Capitalismo y esquizofrenia. (2002, pp. 28-29).
Anderson, B. (1993). Comunidades imaginadas. Reflexiones sobre el origen y la difusión del nacionalismo. Fondo de Cultura Económica.
Deleuze, G. & Guattari, F. (2002). Mil mesetas. Capitalismo y esquizofrenia. Pre-textos.
Fiormonte, D., Numerico, T. & Tomasi, F. (2015). The Digital Humanist: A Critical Inquiry. Punctum Books.
Hall, S. (1996). “Introducción: ¿quién necesita «identidad»?” En Hall, S., y Du Gay, P. (comps.), Cuestiones de identidad cultural (pp. 13-39). Amorrortu Editores.